Charlie Keller, el gran Yankee olvidado por la historia
Aún así, encajaba.
Alabado por su increíble fuerza, Keller infundía terror en los pitchers contrarios desde el momento en el que aparecía en escena con los entonces indomables New York Yankees en 1939. Siguió siendo parte del equipo incluso después de que una hernia discal hiciera descarrilar su carrera en su mejor momento, relegándole a funciones de bateador sustituto. De no haber sido por sus problemas de espalda, seguramente habría obtenido una placa en Cooperstown y un lugar en el panteón de los Yankees emblemáticos, residiendo junto a Ruth, Gehrig y DiMaggio - compañero de equipo de Keller durante mucho tiempo - en nuestra memoria colectiva.
En cambio, el mejor jardinero izquierdo de la franquicia después de Babe (que jugó en ambas esquinas del outfield) acabó siendo uno de los grandes pegadores olvidados por la historia; un héroe en la sombra cuya grandeza no fue reconocida en su momento y cuya excelencia sigue siendo pasada por alto en gran medida debido al papel periférico que se vio forzado a desempeñar durante tantos años.
Cambiemos eso.
En el verano de 1939, Joe DiMaggio, que las últimas tres temporadas había compartido los focos en New York con Lou Gehrig, se convirtió en la preeminente superestrella del béisbol, estableciendo mejores marcas de su carrera tanto en promedio de bateo (.381) como en OPS (1.119) de camino a su primero de tres premios MVP de la American League.
Pero no fue DiMaggio quien brilló con más fuerza en la World Series de 1939, que enfrentó a sus Yankees - buscando su cuarto campeonato consecutivo - contra los Cincinnati Reds. El jugador que más impacto causó en ese barrido por 4-0 fue Keller, un novato de 22 años que golpeó 7 de 16 (.438), pegando un par de jonrones en el Game 3, otro en el Game 4 y acabando la serie con más hits de extra base (cinco) que la plantilla entera de los Reds (cuatro).
Su actuación no sorprendió, sin embargo, a aquellos que habían seguido a los Yankees a lo largo de toda la temporada. Un prospecto de gran prestigio que fue nombrado Minor League Player of the Year en 1937 y continuó destrozando la International League el siguiente verano, Keller disputó una sensacional temporada de debut en 1939, golpeando .334/.447/.500 durante 111 partidos mientras acumulaba 4.9 WAR - más que todos excepto 44 novatos de la era live-ball - en la sombra de DiMaggio y las otras tantas estrellas de los Yankees, incluyendo a George Selkirk, Bill Dickey y Joe Gordon. La bestial World Series de Keller afirmó lo que se temía el resto del béisbol: Los Yankees tenían de nuevo otro prodigio entre manos.
Durante las próximas cuatro temporada, Keller continuó destrozando la American League, superando en golpeo (por wRC+) a todos los jugadores de béisbol durante ese periodo excepto a DiMaggio, Johnny Mize, Stan Musial y Ted Williams, todos ellos homenajeados más tarde en Cooperstown. En 1940, Keller consiguió su primera de cinco candidaturas al All-Star, finalizando décimo en las mayores en WAR (5.6) mientras gestionaba un .919 de OPS y lideraba la AL en walks (106).
El siguiente año fue incluso mejor, estableciendo marcas más altas de su carrera en WAR (7.3) y jonrones (33) y siendo un tercio de uno de los mejores outfields de la historia del béisbol. Keller, un boyante Tommy Henrich y DiMaggio, que llevó una racha de 56 partidos golpeando un imparable a otro premio MVP, proporcionaron a los Yankees la friolera de 22.4 WAR ese año. Conjuntamente, golpearon .301/.401/.549 y desempañaron un importante papel para que los Yankees rompieran su sequía de World Series de un año.
En 1942, por primera vez en su joven carrera, Keller superó en producción a DiMaggio, entregando esencialmente un calco de su anterior temporada - 7.3 WAR con un .930 de OPS - mientras que su más célebre compañero pareció vagamente humano, gestionando lo que entonces fueron marcas más bajas de su carrera en promedio, jonrones y porcentaje de slugging. El año siguiente, en ausencia de DiMaggio, que se había marchado a servir en la Segunda Guerra Mundial junto con otros muchos jugadores de alto perfil, Keller superó en producción a casi todo el mundo, gestionando otras 7.1 WAR y finalizando segundo en las mayores - sólo detrás de Musial - en OPS (.922), wOBA (.434) y wRC+ (167).
En total, durante las primeras cinco temporadas de su carrera, Keller se posicionó entre los jugadores élite del deporte, produciendo una excelencia año tras año que parecía llevarle por la vía rápida al Hall of Fame.
Sin embargo, la contribución de Keller - y su papel dentro de la dinastía de los Yankees que ganó tres títulos de la World Series en ese periodo de cinco años - fue oscurecida por aquellos de sus más célebres compañeros de equipo. Nunca ocupó un lugar superior al quinto en las votaciones a MVP de la AL (1941) y finalizó decimotercero en 1943 detrás de cuatro de sus compañeros de equipo (incluyendo el ganador, Spud Chandler, pitcher).
Según dicen, él estaba a gusto con eso. A pesar de su brillantez en el terreno de juego, Keller - un “tipo muy callado”, como le describió una vez su compañero de equipo Phil Rizzuto - evitó la fama que atrapó a tantas leyendas de los Yankees antes y después de él.
“A Charlie nunca le gustó la atención”, dijo una vez Henrich. “Por esa razón, nunca estuvo cómodo jugando en New York. Mira, a él le gustaba jugar allí, pero para él, era sólo un trabajo. Era un chico de campo y era más feliz estando en su Maryland natal criando a sus caballos”.
La resistencia de Keller a los focos quizá hizo más fácil olvidarle una vez su productividad comenzó a disminuir, ya que lo hizo poco tiempo después de que se reuniera a los Yankees a finales de la campaña de 1945, habiendo pasado la temporada y media anterior sirviendo en la Marina Mercante de los Estados Unidos.
Al regresar a la alineación, Keller continuó justo donde lo dejó, golpeando .301/.412/.577 en 44 partidos decisivos para los nuevos no tan excelentes Yankees. Sin DiMaggio, Henrich y Gordon, finalizaron bastante lejos del banderín de la AL por segundo año seguido. Keller, entonces de 29 años, continuó trabajando el año siguiente para los Yankees, reconstituidos después de la guerra, liderando el club con 6.6 WAR - superando a DiMaggio de nuevo - a tenor de sus 30 jonrones y .938 de OPS. Pero esa campaña de 1946 resultó ser su última como jugador a tiempo completo.
Tras apenas seis semanas de temporada en 1947, Keller comenzó a experimentar molestias en la parte baja de su espalda. No cejaron. La temporada de Keller acabó poco después, con la maltrecha estrella haciendo su última aparición como bateador sustituto el 23 de junio. Alrededor de un mes después, se le retiró una hernia discal de su columna vertebral, un procedimiento que le apartó del apasionante y eventualmente victorioso enfrentamiento a siete partidos de los Yankees con los Brooklyn Dodgers en la World Series. Fue el inicio del fin para Keller, que pasó la mayor parte del resto de su carrera en el banquillo, sufriendo dolencias de diverso grado.
En 1948, Keller apareció en 83 partidos y fue titular en sólo 60 mientras el dolor de espalda mitigaba su poderío; no consiguió producir un OPS de al menos .900 por primera vez, gestionando una línea de .267/.372/.417 como jugador a tiempo parcial. Jugó incluso con más moderación el año siguiente, participando sólo en 60 partidos - con la mayoría de sus apariciones llegando como bateador sustituto. No apareció para los Yankees en la Serie Mundial, donde necesitaron sólo cinco partidos para superar a los Dodgers de nuevo. Ese invierno, los Yankees cortaron a Keller.
Keller, no obstante, se negó a claudicar. A pesar de ser físicamente incapaz de jugar en el outfield, el de 33 años firmó un contrato por dos años con los Detroit Tigers tres semanas después de ser cortado para ser, en sus propias palabras, “el bateador sustituto mejor pagado del deporte”. Y, como suele pasar, Keller prosperó en su extremadamente limitado tiempo de juego. A lo largo de 64 apariciones en el plato en 1950, Keller, que fue titular tan sólo cuatro veces esa temporada, golpeó .314/.453/.569, ofreciendo un bate útil para los Tigers desde el banquillo. Detroit finalizó en última instancia tres partidos detrás de los Yankees, los eventuales campeones de la World Series.
Keller se desenvolvió bien en el mismo papel en 1951, anotando un .805 de OPS a lo largo de 74 apariciones en el plato en la que fue prácticamente su última temporada. Keller siguió desempleado durante meses después de que su contrato con Detroit expirara antes de volver a firmar con los Yankees un mes antes de que se acabara la temporada de 1952; apareció en dos partidos, fue eliminado por strikes en su solitario turno de bateo y fue cortado al final de la temporada habiendo jugado su último partido de liga mayor a los 35 años.
Más de medio siglo desde entonces, el recuerdo de Keller se ha diluido. La parte buena de su carrera, debido a una caída en picado que empezó pronto, fue muy pequeña para que recibiera seria consideración para entrar en el Hall of Fame y el tiempo ha erosionado su primacía en ese periodo increíblemente próspero que disfrutaron los Yankees durante su estancia en el equipo.
Pero Keller aún así registró 4,500 apariciones en el plato en las grandes ligas - una muestra que no debe ser descartada directamente; son casi 1,000 más de las que Mookie Betts tiene hasta la fecha - y apiló un OPS mejor que el de Frank Robinson, Ken Griffey Jr. y Albert Pujols. Se embasó con más frecuencia que Larry Walker, Chipper Jones y Rickey Henderson. Superó en pegada a jugadores de la talla de Willie McCovey, Harmon Killebrew y Gary Sheffield. Y después de ajustar sus datos a efectos de liga y parque, fue un bateador más valioso que Edgar Martínez, Miguel Cabrera y Joey Votto.
Por lo menos, vale la pena recordar eso.
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