David Ortiz y su emotivo mensaje en Cooperstown
La asistencia a la ceremonia de introducción al Salón de la Fama del béisbol del domingo fue de 35.000 personas, alrededor de lo que los Red Sox reciben en un partido habitual en Fenway Park
No debería haber sido sorprendente, entonces, que los cánticos de “¡Papi! ¡Papi! ¡Papi!” comenzaran antes incluso de que David Ortiz subiera al estrado para dar su discurso de introducción. Si comparamos los eventos del Salón de la Fama con partidos, este fue uno en casa de los Boston Red Sox.
Pero Ortiz siempre ha sido bastante bueno a la hora de analizar la situación. Nos mostró ese talento en 2013 cuando apareció sobre el terreno de juego durante una ceremonia celebrada en Fenway Park antes de un partido cinco días después de los atentados de la maratón de Boston y se dirigió al público de manera breve pero conmovedora. Y lo enseñó de nuevo el domingo. Fue emotivo. Fue reflexivo.
Agradeció a su padre. Agradeció a su madre, fallecida. En un día en el que su hija, Alexandra Veda Ortiz, estudiante de la facultad de música de Berklee, inició los procedimientos con una inspiradora interpretación del himno nacional, Ortiz habló acerca de su familia y declaró que sin ella “esto no habría pasado”.
Se tomó un momento para regalar un ramo de flores verbal a su mujer, Tiffany. La pareja anunció en diciembre que se separa. “Muchas gracias, Tiffany, por apoyarme durante mi carrera”, agradeció Ortiz.
Basándose en su mensaje tras los atentados de la maratón, el dominicano utilizó su discurso del Salón de la Fama para establecer un tono patriótico. “Quiero agradecer a los Estados Unidos de América por darme la bienvenida con los brazos abiertos desde que era prácticamente un niño y darme la oportunidad de desarrollar y cumplir mis sueños y algunos más”, dijo Ortiz.
Las ceremonias de introducción al Salón de la Fama son momentos familiares, por supuesto. Pero lo que destacó de Ortiz fue que se diferenció de su proceder habitual, una grandilocuencia verbal que asegura risas cada minuto. Lo que solía ser un numerito en el vestuario antes y después de los partidos es ahora un modo de vida para Ortiz, que ha transportado esa singular tradición a la televisión como comentarista y anunciante. Es el Charles Barkley del béisbol, pero con anillos de campeón.
Sin embargo, Ortiz transmitió tanta emoción pura el domingo que lo divertido no pasó, en gran medida, el corte.
Sí, le hizo publicidad a la industria del turismo en su República Dominicana natal. Sí, señaló a su excompañero Dustin Pedroia y contó una situación divertida que compartieron en Boston. Sí, se refirió a su excompañero Johnny Damon como “el chico loco”.
Pero las bromas y los chistes quedaron en un segundo plano. Los utilizó generalmente como enlaces entre sus amplios mensajes de familia, país y agradecimiento a los entrenadores de liga menor y ojeadores de talento que lo nutrieron a lo largo del camino.
Desde el que momento en el que apareció en el escenario deberíamos haber sabido que íbamos a presencial al Big Papi reflexivo. Sus elecciones de vestuario son a menudo realmente variadas, todo lo que va desde unos vaqueros envejecidos de diseño a materiales sacados del manual del Elton John de los años 70. No obstante, para el día señalado lució un traje azul sorprendentemente bien medido, camisa blanca y corbata roja. El pañuelo pegaba con la corbata. La ropa de un hombre que tenía la intención de ofrecer un mensaje, no un monólogo.
Más tarde, durante una rueda de prensa, Ortiz declaró que lloró a mares repasando y construyendo el discurso. “He llorado incluso esta mañana”, desveló el dominicano.
Su franqueza tuvo límites. Eludió una pregunta sobre el estado de la seria herida que sufrió en un tiroteo en junio de 2019 en la República Dominicana. La vesícula de Ortiz tuvo que ser retirada y se sometió a más operaciones después de ser trasladado a Boston.
Sin embargo, la conclusión final fue que David Ortiz es el mismo en el estrado que en el plato. Apareció en el momento decisivo. Le queda el resto de su vida para anunciar productos y opinar en un plató. El domingo, se necesitaba algo más. El domingo, Ortiz miró dentro de sí mismo y lo encontró.
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